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Cuando nos sentimos atraídos por una persona, intervienen algunas cosas más a parte la simple observación de su físico. Es decir, elementos como la manera de mover el cuerpo, de caminar, de vestir, el tono de voz, la expresión del rostro, etc., participan para componer una imagen global, que es la que captamos. Eso nos explica la variedad de criterios de elección que mantienen las personas. Variedad que sería más amplia todavía, si no viniera fuertemente influida por las modas predominantes. […] 

Sin embargo, aquello que para cada uno es una persona atractiva está orientado por muchos otros factores relacionados con las experiencias vividas, las personas significativas en la propia biografía, la imagen que se tiene del propio cuerpo y otras cuestiones tan individuales que nos llevarían a una relación muy extensa. Así, por ejemplo, para algunas personas puede tener un especial y poderoso significado la forma de las manos, la nariz, los ojos, la mirada, la sonrisa, la expresión de la boca, la altura, el color y la forma de los cabellos, la complexión física, algún olor particular; a veces, aún así, aquello que para unas personas puede ser visto como un defecto, para otras puede tener un encanto extraordinario.